viernes, 14 de septiembre de 2012

La Luna, nuestro testigo....



Cápitulo I : El compromiso del Príncipe Andrés

 
Ésta historia comienza en el lujoso Palacio de un Rey llamado Andrés y una Reina llamada Mariana. Su alta sociedad les impedía casar a su pequeño varón con cualquier niña pobre y que no perteneciera a la clase social a la que ellos estaban acostumbrados. La cena de esa noche era muy importante, prometerían al Príncipe Andrés y a otra Princesa, una niña de su misma clase, alguien que ni siquiera éste conocía y con la que tendría que compartir su vida en unos años más adelante.


El Príncipe Andrés estaba bajo los efectos de su propia desesperación, no entendía como podría amar a una persona que ni siquiera sabía que existía, que ni siquiera había hablado con ella, que no sabría si llegaría a amarla... pero la única ilusión que le quedaba es que fuera hermosa, de cabellos largos y rizados y muy pálida, tan blanca como pura; precisamente describía a una niña a la que un día de su castillo echó cuando la sorprendió robando flores para llevarlas al cementerio y dejarlas sobre la tumba de sus padres. Sin darse cuenta, ésta niña le provocó una sensación de cariño y dejó un vacío inmenso en el corazón del Principe, pues cuando éste la obligó a marcharse con gran autoridad, aquella niña se disculpó y le dijo el significado de aquellas flores y sin mediar más palabra echó a correr sin dejar al Principe Andrés excusarse y pedirle disculpas, porque si hubiese sabido la intención de aquella dulce niña, el mismo hubiese pedido a sus sirvientes que hubiesen cortado las rosas más blancas y frescas de su jardín.
 

Desde aquel día, no la había vuelto a ver. Había avisado a los guardianes para que lo llamaran en el caso de que la niña de ojos claros y piel blanca apareciera por el Palacio, pero no había rastro de ella.
 

La tarde se aproximaba y la madre del Príncipe habló con el unas horas antes de la cena, quería darle a su hijo su apoyo antes de encontrarse con tal momento... su madre sufrió mucho cuando a ella la prometieron y aún sufría porque al Rey Andrés nunca lo amó ni lo amaba como lo hizo a uno de los sirvientes de aquella casa en Francfort, al que su mismo padre mandó decapitar una noche de las que se encontraba con él en el lago, donde los dos se amaban en silencio y sólo las estrellas y la luna formaban parte de su complicidad. Aquellos momentos fueron tan indignos para el Rey, que le llevaron a tomar aquella decisión tan ílogica y tan macabra como asesinar al guardían para que jamás la Reina Mariana pudiese volverse a ver con él. La Reina Mariana fué encerrada hasta el punto de llegar a la locura, los médicos del pueblo la visitaban y la única explicación que encontraban era que moría de amor. Poco a poco el tiempo curó vagamente sus heridas y dejó que su padre como siempre lo hacía, decidiera por ella, entendió que esa vida era así y que tenía ventajas e inconvenientes, que el dinero no daba la felicidad y ella lo supo desde aquel mismo día.

3 comentarios:

  1. Hola bella felicidades por tu blog... Y mucha suerte... Tu relato muy lindo... Muchos Besitos

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  2. Bienvenida guapa, me alegro que por fin te hayas decidido. Un besazo.

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